Luis Moya Salguero
a) El maestro
No podía dejar de escribir estas líneas, quizás por la oportunidad de este homenaje y seguro por la deuda simbólica que algunos contrajimos con el maestro, el mentor, el poeta, el pensador que nos habló de Heráclito, porque “nadie puede bañarse dos veces en el mismo rio”; que nos habló de Sócrates y su apología, porque era necesario morir por las ideas; de Platón, que nos confrontó con el espejismo de lo imaginario y la liberación del conocimiento a propósito de El mito de la caverna; de Descartes y su cógito como aspiración al conocimiento ilimitado del cosmos. Cuántas semillas sembradas…
Siempre admiré su conocimiento nada superficial de las lenguas muertas, latín, griego antiguo, que le permitió traducir en su propia versión al castellano, a Parménides y el Cantar de los cantares del rey Salomón. De Heráclito a Platón, de Parménides a Horacio y a Homero, de Virgilio a Eneas, su pensamiento cada vez lo dice en verso. Con Franz Tamayo, Carlos Medinaceli y Jaime Mendoza, se entrega al ejercicio en la vocación de pensar los problemas bolivianos; con la mayor pasión vive entre las ideas, vive por ellas… solo para ellas. Con humildad y honestidad intelectual como hábito cotidiano, sin impostura alguna, escribe en la contratapa de La mariposa ojo, luego de exponer sus datos académicos:
Padre de Juan Eduardo, Claudio,
Jimena, Walter, Camila, Renata, Sol y Luciana.
Esposo de Cecilia Estrada.
En 2016, siendo yo coordinador del Programa de Licenciatura en Música de la UMSS invité a Juan a que se ocupara de la materia de Teorías estéticas. Su forma de pensar la música, la estética musical, a través del pensamiento filosófico fue un aporte fundamental para esta carrera. Conocí por él el texto titulado Poética musical, de Igor Stravinsky. Deslumbrante en campo de la estética, la estética como tensión hacia la unidad: el arte es lo contrario del caos, escribía Stravinsky en este texto. Él no lo supo, pero por Stravinsky yo aprendí que, con los doce sonidos, en sus alturas, en sus timbres, en sus ritmos, en sus texturas, la música es inagotable. Así como con Heráclito “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, en su alusión al tiempo y a la música como un arte del tiempo, “nadie puede escuchar la música dos veces de la misma manera”. Aquí la fugacidad de lo que se oye, de las huellas del sonido en el tiempo; de allí también el horizonte sonoro, esa aspiración por atrapar los sonidos. Se abrió así un campo para filosofar la música: el caos, el orden, el tiempo, el fluir eterno de las cosas, lo que es y lo que perece. ¿Cómo es que la filosofía enseña las líneas fundamentales del arte musical al compositor de nuestro tiempo, al músico en general? Por esto, su presencia y su pensamiento fue imprescindible en esta carrera.
Cada palabra un verso, cada día en las aulas ⎯en el mejor sentido de la docencia⎯, profesa los avatares del pensamiento filosófico; cada que habla ilumina, tanto como cuando calla. Palabra cotidiana que se construye en el tiempo, que va sumando sentidos y que se oye ahora cuando ya no está. Una gota en un desierto, una semilla en un extenso campo; más sabe y dice menos o calla más; lo que dice se transforma en un oasis del tamaño del desierto (Escala real, 1996).
Es por eso que aún me resuena el socrático yo solo sé que nada sé.
El mismo Platón
aprendía de Homero
días enteros (La mariposa ojo, haiku N° 64)
b) El poeta
Fueron los haikus ⎯lo breve, lo justo y lo necesario⎯ lo que nos permitió un acercamiento en torno a la poesía. A finales de 2021, todavía bajo el rigor y los efectos de la pandemia, le propuse a Juan la lectura de sus 132 haikus de La mariposa ojo, acompañados por breves melodías al piano (en este tiempo ya constaté que su hablar cotidiano se había tornado en verso; él pensaba y lo que decía sonaba a verso).
Aquí comienza
de nuevo se renueva
la vida nueva (La mariposa ojo, haiku N° 7)
Le gustó la idea y le gustó luego el resultado final entre la lectura y su acompañamiento, quizás por su natural inclinación por la música: las piezas, ajustándose a los versos, resultaron también haikus sonoros. Un modo en que los sonidos dicen lo suyo en la brevedad de su forma.
Pero los haikus no solo fueron la brevedad del verso, fueron también el anuncio sobre la brevedad de la vida.
Extenso es el silencio donde las palabras en el haiku suenan aún más, ya solo con los sentidos de sus propios sonidos.
El ojo de la mariposa es el lugar desde donde Juan ve el universo, desde donde él nos ve.
Desde el ojo que ve nombra el mundo con la palabra breve y con cada haiku ilumina esta tierra:
La Mariposa Ojo sabe de sí como de palabras un haiku,
de frutos la tierra, de milagros el cielo, de fantasías
la memoria que fue oruga y fue crisálida y ya puede
comenzar (La mariposa ojo).
Lejana pasa
la luna iluminada
como luz que ve (La mariposa ojo, haiku N° 2)
Filósofo y también poeta ⎯como si fueran una y la misma cosa⎯ ve con el pensamiento lo que los ojos no ven.
Nombra las cosas que no tienen nombre,
ve por el ojo de la mariposa los detalles de la naturaleza,
dice del amor lo que no se puede decir
lo que el enamorado no puede pronunciar.
Supe que en los últimos días Juan acudía a los versos de Neruda para recordar el mar:
Necesito del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navíos. El hecho es que hasta cuando estoy dormido de algún modo magnético circulo en la universidad del oleaje (El mar, Pablo Neruda).
Y claro, el mar nos deja habitar en la memoria del agua,
de la sal y del viento
para retornar en cada ola
como retorna la memoria entre nosotros
con agua y con sal;
y nos deja habitar la memoria del tiempo
como símbolo que desafía su devenir y el olvido:
Tallé madera bajo los puentes acerqué fuego al oro del anillo besé los pies de la que danza descalza sobre los pastos me vi llorar en el vino derramado por Dios sobre mi cara (Escala real, 1996)
Deberíamos saberlo: cada poeta anuncia su propia muerte
Si, los poetas lo saben: no hay cosa más breve que la vida;
no hay más verdad que la muerte.
Solo cuando se es poeta se sabe
que vivir en este mundo no es más que un viaje
y que la vida hace que los versos se reinventen transitivos
y por eso hay que decir lo justo antes que la vida pase.
Y por esto, cuando un poeta se va es para quedarse en el verso
en la palabra que desde del cuerpo crea un destino
palabra en el verso preñado de pensamiento
y de ese logos que transforma el mundo.
Como dice Fernando Prada3, todo poeta está lleno de un vacío
El cuerpo es un vacío, una ausencia
Y solo le queda escribir desde esa sensación de que algo le falta;
Acaso como a Camargo un brazo: “El poema es como el brazo que le falta al poeta para ser un hombre común” (Edmundo Camargo).
El poeta no es un hombre común, por eso escribe.
Y la poesía no es más que una labor necesaria para construirse un cuerpo que falta,
para poder habitar en él.
Buscando la imagen precisa,
el verso perfecto del acto trascendente;
la palabra acabada.
Cuando un poeta se va
nos queda su silencio
y lo que no dijo se vuelve palabra
y retumba al “grado cero” su voz que dice
su verso que ilumina.
Cada vez más un mundo habita en su palabra.
Aquí donde tu palabra ha estado, estás, estarás…
Que la tierra te sea breve, que el mar que te acoge sea profundo y que su abrazo te sea eterno.
Cochabamba, 15 de septiembre de 2022.